Libreros, un oficio
argentino
Dicen que las librerías son
una especie en vías de extinción, que pronto no serán necesarias, que Internet
acabará quitándoles el negocio. Pero en Argentina gozan de buena salud. Tanta,
que la reciente Convenção Nacional
de Livrarias de
Río de Janeiro invitó al Director Comercial de Fundación El Libro, de Argentina,
Jorge Gutiérrez ,
a compartir la realidad que viven las librerías nacionales. Lo cierto es que
buena parte de esa realidad se sustenta en los emprendimientos independientes y
en el oficio del librero, una figura todavía apreciada y distinguida en nuestro
país, y tan llamativa para los extranjeros que resulta infaltable en las
guías turísticas. Trascendiendo lo mítico, sin embargo, es cierto que
nadie conoce como ellos los misterios y desafíos que esconde el mercado
argentino del libro, una plaza que en 2012 involucró 50 millones de ejemplares
vendidos, y más de 3 mil millones de pesos.
Lo cierto es que a los
libreros argentinos los distingue su vocación. En palabras del mítico
Yanover “un librero es un hombre que cuando descansa lee; cuando lee, lee
catálogos de libros; cuando pasea, se detiene frente a las vidrieras de otras
librerías; cuando va a otra ciudad, otro país, visita libreros y editores”.
Todavía sobresalen los que atienden a sus clientes con la convicción –como
escribió Yánover en su libro Memorias de un librero–
de que “quien entra a una librería, entra a un templo”. Y ellos –los libreros–
todavía son los sacerdotes.